24 de agosto de 2010

Es pequeña obsesión

Habrá sido hace un año, llegué a la zapatería junto a mi amiga Sam con la idea bien clara de comprarme ese par de zapatos que ya había elegido en la vidriera un par de días atrás. Soy una mujer de caprichos, y ese era mi nueva obsesión. Además se acercaba mi cumpleaños y fiel a mi estilo, estaba obsesionada para que este fuera perfecto. No lo fue. El de este año, estuvo a punto.

Llegue los pedí y me los probé, el problema con los caprichos es que una vez que se tienen al alcance de la mano no parecen tan asombrosos. Ya lo decía Wilde que la diferencia entre un amor para toda la vida, y un capricho, es que este segundo dura un poco más. Tal vez porque las personas no pueden poseerse, a diferencia de los zapatos. Una vez puestos, no me fascinaron, a decir verdad me trasmitieron más bien poco, y luego de observarlos por unos minutos comenzaron a parecerme insulsos.

Los zapatos te encantan o no. Sino no vale la pena el precio que pagas.

En ese momento cuando ya estaba comenzando a frustrarme, mi compañera de compras me aconsejo que mirase otro par que el vendedor me estaba ofreciendo, y yo desganada, acepte. Supongo que ese día comprendí que sintió Cenicienta. Soy bastante gastadora en cuanto a zapatos se refiere, no han sido los más caros, ni lo más originales, ni nada que los hiciera especiales. Sólo tenían el merito de ser parte de mi último sueldo antes de renunciar al trabajo de aquella época. Pero sin embargo, son los zapatos que más feliz me han hecho, y el que no creía que tenía un perfil frívolo, ahora sí lo piensa.

Ha pasado más de un año de eso, y cada vez que veo la caja que los contiene mezclada entre muchas otras me saca una sonrisa; haciéndome recordar aquello que sentí la primera vez. Cada vez que los uso, me generan esa sensación de plenitud que pocas prendas han logrado generarme. Una campera de cuero, un vestido de satén, un trench rojo, son algunas de ellas, y que por eso tienen un lugar permanente en mi armario. Es por eso que durante mi cumpleaños de este año, volví a reelegirlos entre muchas opciones para ser usados.

Supongo q de eso se trata la vida, de encontrar aquello que te hace sentir especial.

10 de agosto de 2010

Despertares


Levantarse un día, después de muchos meses oscuros, repletos de errores e inseguridades, y sentirse tal cual eras antes es una sensación imposible de describir. Como si después de muchos días de tormenta, saliera el sol y te permitiera ver que después de todo eso, todo sigue igual. Los mismos árboles, el mismo sol, la misma persona
Y el rimel vuelve a estar en su lugar, y te olvidas de jugar a la novia destrozada y entierras todo aquello que llego a cambiarte, que llego a pisotearte. Porque ya no quieres más de esa autocompasión en tu vida, porque ya no necesitas que salga el sol, porque ahora con tu sólo brillo alcanza. Y sonríes, porque te tienes merecida esa recompensa.

4 de agosto de 2010

Mentime despacio


Me gustan las mentiras. Todas ellas. Las blancas y las negras. Las de patas cortas, y las que pueden caminar tranquilamente a grandes zancadas. Las planeadas y las improvisadas. Las crónicas y las aisladas. Las que terminan siendo creídas por su autor y las que se olvidan no más pronunciadas. 

Las mentiras con silencios que otorgan. Las mentiras con dedos cruzados. Con cargo o no de conciencia, con actuación o sin ella, con extremismos o sencillez.
Las mentiras de niños o ancianos, de experimentados y principiantes.

Las bien intencionas y las no tanto. Las que se descubren y las que permanecen vigentes por tiempo indefinido. Los te amo, los te extraño, los te necesito, los te odio que suenan a mentira. Las triviales y las importantes. Las de hoy y las de siempre. Las de para toda la vida.

Será porque son una parte esencial de la vida, aunque todos nos esforcemos en que no sea así.

2 de agosto de 2010

Matias, el artista.


Nunca van a conocer a alguien tan emocionalmente inestable como un artista, es imposible seguirle el ritmo. Seguir su oleada de sentimientos, tan cambiantes, pero tan intensos es imposible para alguien con un ritmo de vida un poco más normal.
Desaparece por semanas, donde vos tenés la posibilidad de conocer decenas de personas nuevas. Y de repente, cuando menos te lo esperas aparece, con sus palabras, con sus promesas, con su arte. Esa era la historia constante. Una y otra vez la situación se volvía a repetir, a veces había peleas de por medio,  hasta relaciones de por medio, pero siempre terminaba apareciendo, como si nunca se hubiera ido.
Matías era así, descontando todas las ideas y venidas, todas las traiciones, y todas las peleas. Su inestabilidad no nos permitía siquiera probarlo; y yo me quedaba resignada ante la idea de que lo nuestro jamás iba a funcionar.
Esta vez creí que iba a ser diferente. Hasta que la realidad me termino cacheteando de vuelta. Así que estoy hace 5 meses con una relación resucitada de sus cenizas, que esta…exactamente en el mismo lugar que cuando reapareció. Nos vemos una vez al mes, en la que escucho todas sus divagaciones sobre la relación ideal que vamos a tener juntos. Pero una vez que cae la noche, ambos tomamos nuestros abrigos, y sin mirar atrás, seguimos con nuestras vidas.
Acabó de cerrar la conversación con él. Hoy, para no perder la costumbre el 90% de la charla consistió en tirarnos culpas sobre quién es el responsable de que hace un mes y medio no nos encontremos.  Y después sucedió lo impensable:
“Te parece que nos veamos mañana? Al mediodía te mando un msj."
Lo conozco, y hay grandes chances de que esto quede en la nada. Pero sí no lo hace, por lo menos es un respiro a una racha no muy buena. 
Ese es el secreto con Matías, y con los artistas/hippies/liberales en general. Respira hondo, contá hasta tres y tómatelo con muuuchaa calma.