21 de mayo de 2011

De corazones rotos y otros mitos


Escuché decir alguna vez,  que le habían roto el corazón. Que hasta ese fatal día su mirada era otra, y su sonrisa era una constante en su rostro. No creo mucho en eso, prefiero pensar que algunos nacieron con la capacidad de amar y otros de ser amados. Algunos afortunados han podido experimentar ambas cosas al mismo tiempo. La mayoría tiene que conformarse con una sola, o al menos con una notable diferencia entre ambas.

Romper un corazón es algo muy sencillo, diariamente lo hacemos. Cuando desilusionamos a un amigo, a un hermano, a un profesor que ha depositado en ti la esperanza de una respuesta correcta. Romper un corazón no es nada más ni nada menos, que entregarle cierta confianza a una persona, y que esta nos desepcione

De que manera? Hay mil formas. Vivimos desepcionando a los que nos rodean, porque de eso se trata- un poco- el libre alberdrío. De tomar nuestras propias decisiones, por mucho que a nuestro entorno no le gusten. Cambiamos de carreras, nos enamoramos de las personas equivocadas, renunciamos a un trabajo... La vida es una constante metida de pata hacia los demás.

Personalmente, tengo un posgrado en eso. Nunca pude corresponder a alguien en sus sentimientos de la manera que él hubiese querido. Nunca pude renunciar a cosas que me hacían bien, sólo por exigencias de un tercero. Mis sentimientos siempre fueron incontrolables y cambiantes, y en mi deseo de obedecerlos "rompí" más de un corazón.
Ninguno me odio, o al menos eso pienso, no me lo merecía. No fue por maldad que lo hice, fue un poco por egoismo y otro poco por pensar que lo correcto no era mentirle mirandolo a los ojos. 

Creo que esa es mi postura, sólo concibo una forma de romper el corazón y es dejando morir el sentimiento, sin ponerle un punto final. Es prolongar la agonía del amor de la otra persona. Es decirle que lo amas cuando tus sentimientos ya no estan depositados en él. `


Es promover la hipocresía, en el único ámbito que no debería permitirse de ninguna manera.

16 de mayo de 2011

Conclusiones de un café

En lineas generales odio esperar.  No importa a qué ni a quién, el sólo hecho de pensar que algo altera mi cronograma me pone de la nuca. Por suerte ahora existe Internet en los celulares, así que una puede seguir obsesionada con el cyber espacio incluso cuando esta sentada en un bar esperando a una clienta.


Esa era mi situación y mientras veía pasar los minutos en el reloj de la pared, no pude evitar detenerme a mirar la vestimenta de las mujeres que pasaban por la vereda. Un pasatiempo sumamente entretenido, he de reconocer. 


Con la llegada de los primeros días invernales, pude vislumbrar la presencia de botas, poleras, sacones, vestidos y... calzas. Hasta ese día particular no era consciente de la pandemia que existe de esta ultima prendaHan desplazado notoriamente al jean, a tal punto que una vestimenta universalmente clásica-como es su caso. Se ve envuelta en una reñida competencia de uno a uno, en el día a día.


No importa los colores, sí se trata de las clásicas negras, de las grises o de las estampadas. Pareciera que la combinación bota, calza y remera larga o vestido, funciona a la maravilla. Y después de casi 30 años de un monopolio exclusivo de los pantalones de denim, un look llega a hacerle frente.


Sin duda no es una novedad en la industria de la moda, y es muy probable que en Europa, este tipo de combinación este algo obsoleta. Pero en ese café cualquiera, en un día cualquiera vi algo que no veía hace mucho. Una simple prenda en común lograba homogeneizar a decenas de mujeres, no importando su edad, su clase social, su peso o su estilo. 
Todas ellas estaban unidas por el uso de algo, todas ellas tenian algo en comun, todas pertenecían a un sector de mi encuesta -jean o calza- todas ellas podían ser consideradas como una pequeña parte de un todo.


En estos tiempos, donde la gente puede estar tan cerca gracias a la tecnología, y a la vez puede encontrarse a un mundo de distancia entre unos y otros. Siempre es un consuelo recordar, que con más o menos gracia, todos estamos hechos de lo mismo.